DOS LÍNEAS Y UNA MANO
Aún tirándome a las vías
de un tren abandonado,
no vi que lanzaras tu mano
para amortiguar mi caída sobre nubes de algodón.
Espinas que clavan en la piel,
de aquella valla que separaba con ansia nuestros finos labios.
Cuerdas en las que cuelgo mi ilusión, 
pero sus extremos nunca llegaron a ser anclados,
a un poste fijo,
enterrado a metros de profundidad.
Hilos rojos que se unen piezas,
de los que nunca llegamos a tirar,
por miedo a saber que no hay nada al otro lado,
ni tan siquiera tú, tú misma,
reflejada en un espejo
buscando respuestas
sin tener preguntas.

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